STEM gap: una cuestión de género
STEM es como la anglosfera refiere a los estudios de ciencias, tecnologías, ingeniería y matemáticas (Science Technology Engineering and Mathematics). Para todos aquellos que hemos estudiado algunas de estas carreras (especialmente más acusado cuanto más atrás en el tiempo nos remontamos), no es una sorpresa que la proporción de hombres y mujeres está en ellas muy lejos del 50%, tanto en el ámbito estudiantil como en el laboral. Esta percepción se convierte en hecho si consultamos fuentes estadísticas.
El instituto europeo para la igualdad de género, por ejemplo, publica que para España en 2019, el porcentaje total de la población activa de mujeres que se dedica a trabajos relacionados con STEM está en torno al 5%, mientras que para los hombres esta cifra se eleva al 29%. Las tornas cambiar radicalmente en trabajos relacionados con educación: 24% para mujeres y 7% para hombres.
Veamos más datos.
En España, el Instituto de la mujer y para la igualdad de oportunidades, publica tres estadíscas generales en relación al empleo de ciencia y tecnología:
- Ocupación en los sectores de alta y media-alta tecnología
- Pesonal empleado en I+D según tipo de jornada y sector de ejecución
- Personal empleado en I+D según sector de ejecución y tipo de puesto.
Mientras que en la administración pública se observa que en I+D existe prácticamente paridad desde el año 2008, en la empresa privada y en particular en los puestos relacionados con tecnología, esto está lejos de ser así.
Porcentaje de ocupación de mujeres en I+D relacionado con las AAPP en España, entre 2002 y 2016. |
Porcentaje genérico de mujeres empleadas en I+D en España entre 2002 y 2016. Se observa una reducción al 40% en los últimos años comparados con los datos de las AAPP |
¿Por qué la diferencia especialmente en el sector tecnológico?
Esto puede llegar a sorprender ya que, por lo general (así era mi percepción al menos cuando elegí estudiar ingeniería), una carrera de este tipo puede ser considerada la clave para acceder rápidamente a un trabajo de calidad y bien remunerado. Otra cosa es que lo sea para todos en el mercado laboral que tenemos, por supuesto, pero por lo general sigo opinando que es así, especialmente llegados a un futuro donde la automatización de los trabajos tradicionales acecha. Como digo, hay muchos «peros» y muchas salvedades, pero quitando excepciones, todos estaremos de acuerdo en que por lo general un trabajo en ingeniería después de 10 años de experiencia estará mejor remunerado que el de profesor de enseñanzas medias o básicas.
Podríamos entrar a discutir si la valoración social de estos trabajos es justa o injusta, pero independientemente de ello la situación sigue ahí: ¿por qué las mujeres eligen carreras que a la larga tienen peor salario o peores capacidades de ascenso o mejora?
Sobre toda esta cuestión flota en el aire esos etéreos conceptos como la «vocación» o la «motivación». En su artículo «Gendered Motivations to Pursue Male-Dominated STEM carrers Among Spanish Young People: a qualitative study», los autores señalan que mientras los hombres entrevistados explican que empezaron a estudiar carreras STEM debido a influencias familiares, o a las de los medios, las mujeres lo hicieron en gran parte por la influencia de figuras de profesores que las animaron a ello.
Hay una cita de este artículo que encuentro especialmente interesante:
«This finding confirms the results of several studies suggesting that young women are
more clearly to underestimate their abilities in STEM fields such as math or physical science, while
men are likely to overestimate them (Sáinz & Eccles, 2012; Wang & Degol, 2013).»
Me parece interesante, porque lo he visto. He visto a estudiantes mujeres ser incapaces de valorar sus habilidades, mientras que también he visto a estudiantes hombres hacer todo lo contrario hasta extremos insospechados con su falta de ellas. Yo, descerebradamente entre ellos; y encuentro fascinante cómo la terquedad o la insistencia (dentro de parámetros de habilidad mínimos) pueden resultar tan determinantes para el éxito como la propia habilidad.
En la educación STEM española (al menos la que viví), tener una baja autoestima o ser realista en tus habilidades era un importante punto débil. Las ingenierías que estudié y viví estaban diseñadas para «separar la miés de la parva», es decir, encontrar a los alumnos brillantes y descartar a los que no lo eran. Sin una profunda convicción (aunque fuera equivocada) en las habilidades de cada cual, era fácil abandonar. O siquiera entrar a la pelea.
Hay muchos otros factores, sin duda. La predominancia de roles de género establecidos que fijan las mujeres al cuidado o a la dedicación a la familia; la necesidad de una dedicación en tiempo a estas carreras que sin medidas de conciliación es difícil de llevar para la mayoría; o incluso los machismos imperantes en los círculos donde las ocupaciones tradicionalmente masculinas pueden generar con más facilidad conductas tóxicas que dificultan más aún la incorporación de la mujer... Estos y otros factores han de ser tenidos en cuenta a la hora de encontrar alternativas para potenciar la presencia femenina en los campos STEM.
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